Los platenses tenemos impresas en nuestros genes las ideas de modernidad, de progreso, de futuro. La novedad de que una ciudad se podía construir a partir de una idea dibujada en un plano y no sobre la acumulación fortuita y caótica de vecindades quizás sea el origen de esta seña de identidad.
También contribuyó el espíritu higienista y racional de la época, personalizado en Pedro Benoit y en el trazado simétrico de la nueva urbe, con amplias calles y avenidas, parques y plazas dispuestos a intervalos regulares, y diagonales que desde siempre los lugareños entendimos como atajo y los extranjeros como laberinto.