Pero comencé a tener problemas con la alineación de las imágenes y para un haragán no es negocio andar revisando el css para descubrir qué falta.

Así que me mudé a Neutralis, que no termina de convencerme del todo pero tiene algunos detalles a mi medida: la tipografía es sans serif, la columna principal  (donde está el texto de los artículos) es bastante ancha, y no tiene adornos molestos.

Es un poco lúgubre, eso sí, así que sigo buscando. Se aceptan consejos.

Actualización al 21 de febrero de 2009: cambié otra vez de idea, así que ahora voy por Fusion, excelente, potente y flexible tema para wordpress que mejora la gestión de comentarios para los visitantes y no es tan lúgubre

Al actualizar el gestor del blog decidí renovar también la apariencia, por dos motivos: el primero, que ya estaba algo cansado del viejo y fiel tema Pool, y el segundo, que no podía aprovechar algunas características del nuevo wordpress.

El nuevo tema se llama Copyblogger 1.0, su autor se llama Chris Pearson y tiene todas las cosas que me interesan en la apariencia de un blog: títulos grandes, fuentes bien legibles, buen espacio para el texto, muy fácil de personalizar y nada de chucherías. Espero que les guste.

También puse al pie de cada entrada un plugin para Menéame, un popular sistema de promoción de noticias, de manera que si les parece interesante algo de lo que lean por acá, ya no tienen excusas: pueden fácilmente menearlo y de esa manera difundirlo en la web.

Aún estoy tratando de hacer andar los pingbacks, que por algún extraño motivo no funcionaban antes de la actualización y no funcionan ahora. Cualquier sugerencia, será bienvenida.

Bienvenidos entonces a la última versión de Señales de humo.

La verdad es que no le di mucha bolilla hasta hace un rato: encontré una visita proveniente del ránking y al mirar descubrí que figuro en el puesto 61. Por supuesto, esto no hace que este listado sea más serio que lo que me parecía antes: conozco muchos blogs que no aparecen entre los cien primeros y tienen más vínculos en Technorati que alguno de los primeros diez, es cuanto menos poco serio el indicador que indica si el blog está en ascenso o descenso (Señales de Humo ni figuraba hasta hoy, y sin embargo la flechita señala caída libre), y hasta viene en ascenso vertiginoso un sitio que ni es blog (aunque lleve ese nombre) ni es argentino, sino que es un portal de una región mexicana. En fin, sólo un juguete de la era 2.0.

Sin embargo, he pensado que la mayor parte de los blogs más o menos activos y con algún tiempo de rodaje deben tener un realidad similar: un núcleo pequeño de lectores habituales, un número similar de visitas provenientes de sitios que nos citan, una cantidad más importante de gente que llega como resultado de búsquedas pertinentes y otra cantidad bastante mayor que llega por los caminos más insólitos y que probablemente no encuentre en el sitio nada que le interese.

También es importante tener en cuenta el tipo de contenido de los blogs y el público al que se dirige: si tiene pocas visitas pero recurrentes, con toda seguridad el blog se está dirigiendo a un público específico con contenido de interés, y no es relevante en este caso la cantidad. El indicador más importante es que las visitas vuelven una y otra vez.

En el caso de este blog, que aún no ha encontrado un estilo definido y abusa de la heterogeneidad, es más difícil que un lector se enganche: quizás le llame la atención una entrada, pero cuando pasa a la siguiente la encuentra tan alejada de sus intereses que ni se molesta en hacer espacio en su memoria para recordar el nombre del sitio.

En fin, sobre todo he decidido hacer públicas las estadísticas para que otros blogueros (qué término espantoso) puedan comparar con las suyas propias. El link, abajo a la derecha.

Era sobre Riachuelo (Uruguay), un arroyo del Departamento de Colonia donde pasé veranos de mi infancia y compartí muchos fines de semana de invierno con mi viejo, cuando simulábamos participar en regatas sobre su velero NASHIRA, una embarcación de 25 pies de eslora, y una tripulación compuesta por lo más granado de sus amigos. Alguna vez volveré en una crónica sobre esas travesías y sobre Uruguay.

Riachuelo, al contrario que el río homónimo que desde esta orilla del Río de La Plata ha merecido la atención en otros tiempos de músicos, pintores, escritores -qué hermoso tango aquél de Cadícamo, Niebla del Riachuelo-, y que en estos tiempos sólo llama la atención de ecologistas alarmados por sus aguas muertas, al contrario que nuestro Riachuelo, decía, es un arroyo de aguas limpias con una angosta selva en sus márgenes y que desemboca entre dos playas de arena blanca.

En ese relato, recordaba la primera vez que pisé el viejo muelle donde a pocos metros el viejo Ventura había detenido su camioneta Ford T, con arranque a manija y caja de madera, en la que transportaba los bloques de hielo que vendía cada mañana a los navegantes. Recordaba también la curiosa tradición de escribir con carbón las paredes del quincho donde Ventura vendía provisiones y se reunían a cenar las tripulaciones de los veleros que llegaban a esas costas. Se debía escribir el nombre de la embarcación y la fecha, y poco a poco las paredes iban oscureciéndose con el testimonio de los viajeros.

Recordaba también las canteras de piedra convertidas en lagunas de aguas claras, a las que llegábamos recorriendo un sendero que arrancaba desde las ruinas de una casona cerca del muelle. Esas lagunas eran escenarios de improvisados saltos ornamentales y clases de buceo con snorkel.

La última vez que llegué embarcado a Riachuelo tendría unos veinte años y apenas presté atención al lugar porque escapé a Montevideo donde debía encontrarme con una amiga -infortunada travesía que merecerá una crónica propia. Muchos años después de esa visita, mientras volvía con Tania -mi esposa- y mi hija Sofía de una vacaciones en La Paloma, decidí aprovechar unas horas antes de subir al ferry en Colonia y recorrer esos lugares de mi infancia.

La casa en ruinas se había transformado en un club náutico pujante y más que el gentío me sorprendió la cantidad de autos en una calle donde sólo había visto transitar a las camionetas históricas del viejo Ventura. El quincho de Ventura se había transformado en varios quinchos, atendidos por sus hijos y nietos. Las paredes más viejas conservaban el tizne del carbón y luego de un rato encontré una inscripción que mi deseo, mi nostalgia y mi emoción quisieron que dijera “NASHIRA” acompañada por una fecha ilegible de los años ’70.

Cuando terminé de escribir este relato, cuya versión original era mucho más afortunada, y presioné donde decía “publicar”, un error del blog hizo que esos bytes etéreos que contenían mis palabras desaparecieran para siempre en el ciberespacio. Harto ya, porque en bitacoras.com esto ya me había sucedido, decidí mudarme a este nuevo blog pese a que debo lamentar la pérdida de los comentarios que acompañaban los relatos. Espero que lo disfruten.

Que no es otra cosa que mi blog personal, tan poco preciso como las señales de humo que en algún tiempo y algún lugar fueron una forma eficaz de enviar mensajes a la distancia.

A pesar de la imprecisión y de otras dificultades, espero publicar en este espacio cuestiones tan dispersas como mis propios intereses y deseos: política, literatura, deporte, software libre, estudiantes de la plata (que es mucho más que fútbol), en fin. Lo que sea.

Si alguien descubre estas señales de humo y cree descifrar algo de interés, por favor avise. Tantas botellas se tiran al océano y tan pocas llegan a la costa que vale la pena avisar antes de arrojarla nuevamente a las aguas.