abusos – Señales de humo / Thu, 29 Apr 2021 20:27:31 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.1.10 Había una vez un aljibe… /2013/03/habia-una-vez-un-aljibe/ /2013/03/habia-una-vez-un-aljibe/#comments Fri, 29 Mar 2013 13:36:31 +0000 /?p=748 Seguir leyendo Había una vez un aljibe… ]]> aljbe de city bell
Aljibe de City Bell

Pensé en sacarle una foto al histórico aljibe de Pellegrini y las vías, en City Bell. No sabía que sólo quedaban escombros. El aljibe tenía aproximadamente 130 años y servía al apeadero del tren antes de que el pueblo fuera pueblo y siquiera hubiera estación. El aljibe, ya maltrecho, había sido declarado de valor histórico y cultural hace poco más de dos años. Pero para qué sirven esas declaraciones si no existe ninguna acción concreta para prevenir mayores daños y reparar los existentes.

Al parecer, el aljibe habría sido destruído hace un par de meses. Aunque si la de El Día es la foto de la “destrucción total”, deberían verlo ahora, reducido a una pila de escombros.

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Como dar de baja un servicio CTI Móvil sin morir en el intento /2008/01/como-dar-de-baja-un-servicio-cti-movil-sin-morir-en-el-intento/ /2008/01/como-dar-de-baja-un-servicio-cti-movil-sin-morir-en-el-intento/#comments Wed, 02 Jan 2008 17:40:20 +0000 /2008/01/02/como-dar-de-baja-un-servicio-cti-movil-sin-morir-en-el-intento/ Seguir leyendo Como dar de baja un servicio CTI Móvil sin morir en el intento ]]> Quizás el CTI del título podría cambiarse por el de cualquier operador de telefonía celular: si uno revisa las estadísticas de la Subsecretaría de Defensa del Consumidor encontrará que el rubro es una de las estrellas de todos los rankings de reclamos.

Sin embargo, mi experiencia concreta ha sido con CTI: luego de meses de intentar dar de baja un servicio de telefonía celular, finalmente lo he logrado. Para que otras personas eviten perder el tiempo y el dinero que yo he perdido, es que escribo este artículo cuyo consejo básico es: envíen una Carta Documento. Cualquier otra vía sólo demora el trámite, aumenta el costo del mismo (porque mientras no se produce la baja hay que seguir pagando) y multiplica la frustración.

La aventura comenzó cuando decidí cancelar mi servicio CTI debido a que había dejado de utilizarlo. Tenía un abono económico de $36,35 (precio final) y siguiendo las instrucciones llamé al servicio de atención al cliente para proceder con la baja.

La primer dificultad fue que la persona que me atendió evitaba aceptar la solicitud de baja del servicio. Ofrecía otros abonos más convenientes, sugería pasar el servicio a una modalidad sin abono (con carga de crédito mediante tarjetas), insistía en que le explicara los motivos de la solicitud. Mientras tanto se resistía a dar curso a mi pedido aunque con toda claridad le expliqué que no me interesaba coleccionar cuentas de telefonía celular por más que no tuviera costo fijo alguno.

Por unos minutos contesté con paciencia: uno sabe que el operador está entrenado para eso y que le pagan para retener clientes, no para facilitarles su salida. Pero también hay un límite para la paciencia de cualquiera, que se agota cuando la insistencia del operador alcanza la línea de la falta de respeto. En fin, que al cabo de un rato, accedió a tomar el pedido y me indicó que a los pocos días me llamarían para confirmar la baja. Le aclaré que no necesitaba confirmación alguna, y luego del saludo de cortesía, colgué con la satisfacción de haber logrado mi objetivo, no sin algo de fatiga e irritación.

A fin de ese mes, llegó, como siempre, la factura por el servicio a mi casa. La pagué pensando que ésa sería la última. Sin embargo, un mes más tarde vuelve a visitarme el cartero con el sobre blanco y naranja de CTI. No era un saludo de despedida por el tiempo que fui su cliente: era una nueva factura.

Por supuesto, llamé al servicio de atención al cliente nuevamente. La persona que me atendió esa vez me indicó que era yo quien debía llamar para confirmar la baja del servicio, y que como no había confirmado, no habían procesado la solicitud. “¿Acaso, como reza un mensaje automático previo a la respuesta del operador, no graban los mensajes?”, pregunté. “¿Acaso no fui absolutamente claro con mi solicitud de baja?” Si alguien necesitaba una confirmación seguramente no era yo. No pudimos ponernos de acuerdo sobre ese punto. Respiré profundo y decidí ignorar la burla evidente (no digo del operador, pero sí del procedimiento) para concentrarme en lograr que procedieran a la baja efectiva del servicio.

Nuevamente tuve una larga conversación con el operador, quien una vez más hacía todos los esfuerzos imaginables por esquivar mi pedido. “¿Por qué no lo pasa a un servicio con tarjeta? ¿No está interesado en un abono diferente? Le ofrecemos transferir el servicio a otra persona…”. Finalmente accedió a tratar mi pedido, pero a condición de que volviera a llamar en un determinado día y horario para confirmarlo. Le pedí entonces otro mecanismo: me indicó que tenía que enviar una carta simple por Correo a un apartado postal antes del cierre del período de facturación.

Si mi voluntad claramente expresada en una conversación grabada en la que me pedían infinidad de datos personales para poder chequear mi identidad no era suficiente, ¿qué garantías tenía con el envío de una carta simple que ni siquiera me permite probar que se haya entregado?

Decidí volver a llamar. Pese a que le indiqué al operador que evitáramos cualquier opción que no fuera dar de baja el servicio, tuve que pasar de manera obligada por el repaso de las alternativas que ya me habían ofrecido hasta el hartazgo. Me dijo en esa oportunidad que no era una carta simple, sino un formulario que debía completar en el Correo Argentino. Me pareció más razonable, y en cuanto pude hacerme de unos minutos fuera del trabajo me acerqué a una sucursal del Correo para intentar terminar este trámite ya tedioso. Sin embargo, en el Correo Argentino desconocían que existiera un formulario semejante o convenio alguno con la empresa CTI.

En ese momento decidí rendirme. Para esto, entre idas y vueltas ya había perdido un mes más y volví a regalarle $36,35 a CTI Móvil. Busqué entonces un formulario de Carta Documento y escribí a mano un escueto:

Por medio de la presente solicito a Ustedes la cancelación y baja inmediata del servicio correspondiente a la línea xxxx-xxxxxxx de la que soy titular, por motivos particulares.

Pagué los $28,50 correspondientes y la envié con la esperanza de iniciar mi 2008 sin CTI entre mis prestadores. Hoy, 2 de enero, cuando vi el fatídico sobre naranja y blanco bajo la puerta de mi casa, pensé que ni la Carta Documento había sido eficaz. Sin embargo, la factura me ha llegado con importe $ 0,00, con lo que supongo será la última que me llegue.

Como no quiero consolarme tontamente a costa del mal de muchos, reitero mi consejo: en lugar de regalar dinero a su empresa de telefonía celular, invierta una sola vez en una Carta Documento. Además de plata, ahorrará disgustos.

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Samsung C406: un celular inolvidable /2006/12/samsung-c406-un-celular-inolvidable/ /2006/12/samsung-c406-un-celular-inolvidable/#comments Thu, 28 Dec 2006 02:10:01 +0000 /?p=133 Seguir leyendo Samsung C406: un celular inolvidable ]]> Cuando perdí mi Motorola V220i aquella tarde maravillosa del siete a cero, pensé que con la llegada del nuevo Samsung C406 lo iba a olvidar rápidamente.

En efecto: un modelo elegante, a muy buen precio, a primera vista con prestaciones similares. Sin embargo, cuando escribí mi fastidio por ese intento descarado de estafa que suponía un seguro casi más caro que el propio equipo, ya venía sospechando que detrás de esa cara bonita no había muchas luces ni sentido común.

Imposible -al menos para mi torpe inteligencia- descubrir qué versión del software tiene este teléfono. Sí sé que lo recibí a fines de octubre de 2006 y que no ha recibido actualizaciones ni cambios desde que lo saqué de su caja.

No parece, sin embargo, haber sido probado exhaustivamente: algunas de las características (a esta altura no tengo por qué creer que sean errores) avergozarían a cualquier programador que se precie de tal si aparecieran en un desarrollo en fase beta. Por ejemplo:

La interfaz se encuentra en idioma español. Sin embargo, no es posible escribir vocales con acento ortográfico agudo -el tilde utilizado en la lengua española- es decir, á í ó ú (excepto la é, que por alguna cuestión inexplicable existe). Sin embargo, es perfectamente posible escribir cosas como ä, Ã¥, í, u otras combinaciones de tildes y signos inexistentes en este idioma.

Más curioso aún es que cuando se utiliza el sistema pomposamente denominado T9, que es el conocido modo “predictivo”, hay algunas palabras que obtienen sus tildes correctos como por arte de magia, pero sólo algunas. Cuando uno quiere escribir esa misma palabra en modo normal, mejor olvídese del acento ortográfico.

Quizás esto no logre afligir a mucha gente, pero siguiendo en el rubro mensajes de texto es probable que lo que sigue logre irritar a muchos más: Jamás lograrán borrar todos los mensajes de su bandeja de entrada de una sola vez.

En efecto, llega el día fatídico en que la memoria se agota y un cartelito anuncia que no podrán ingresar más mensajes de texto si no se borran algunos ya viejos. Cuando uno lee que tiene 235 mensajes en la bandeja de entrada, va al menú, luego a mensajes, luego a borrar y finalmente elige “Borrar todo”. Como si “todo” no fuera suficientemente preciso, el programador ha decidido preguntar “Mensajes de texto”. Uno selecciona esa opción y cual broma implacable aparece un nuevo menú cuya primer opción es “Todos los mensajes” (ya volveremos sobre este punto, una cuestión incomprensible en este teléfono consiste en los larguísimos caminos que hay que hacer para lograr casi cualquier cosa). Bien. Cuando se hace “ok” sobre esa opción, el teléfono dirá, lacónicamente “Vacía”. Bueno, un error lo tiene cualquiera. Seleccionamos entonces “Bandeja de entrada (teléfono)”. Vacía. Quizás es que habíamos guardado sin saber todos los mensajes en la tarjeta SIM, entonces le damos “ok” en “Bandeja de entrada (SIM)”. Nuevamente vacía. Vamos entonces a la Bandeja de entrada, que, porfiada, insiste en que hay 235 mensajes ocupando espacio. Un bochorno. Hay sin embargo una única manera de borrar todo: si se seleccionan al mismo tiempo todas las bandejas. Seleccionando de a una, la respuesta inevitable será que están vacías. Como se puede ver, el software del simpático Samsung C406 está dominado por una lógica implacable.

La otra cuestión genial del modo de escritura T9 es que no está diseñado para aprender: muchas veces tecleo 6632 para escribir la palabra “onda” pero inevitablemente se escribe “moda”. El software, sin embargo, no ha sido pensado para recordar que jamás selecciono la palabra “moda” y persiste eternamente en su loca sugerencia. Peor es cuando directamente no conoce la palabra: en ese caso, por supuesto, hay que escribirla letra por letra, pero el sistema no la registrará, por lo que cada vez que se repita habrá que volver a deletrearla. Lo más incómodo es que cuando se pasa del modo T9 al modo alfabético, también se resetea el modo mayúsculas/minúsculas, con lo que aparecerá una mayúscula aunque se esté en el medio de la palabra. Cualquiera que tenga un teléfono que no sea este ridículo Samsung sabrá que estas son operaciones elementales resueltas en sistemas que llevan algunos años en el mercado.

Pero una de las cosas más curiosa es su camarita fotográfica: un accesorio ya habitual en los teléfonos celulares. Resulta que el Samsung C406 no tiene conectividad, es decir, no puede conectarse a una computadora. Carece de puerto USB y no tiene Bluetooth, por ende, la única manera de poder manipular, imprimir o hacer lo que sea con las imágenes que se toman desde el celular es enviarla como mensaje multimedia a una dirección de correo electrónico. Sin embargo, yo tengo prisionera en el teléfono una bonita foto que tomé en el partido Estudiantes de La Plata – Nueva Chicago, y cada vez que intento enviarla a mi correo me señala que el tamaño del archivo es demasiado grande y que no la puede enviar, con lo que la cámara se transforma en un accesorio inútil.

Es también un bochorno su uso de los archivos de sonido. Las opciones de sonido de llamada son bastante escandalosas, pero es preferible usar cualquiera de las melodías pregrabadas antes que caer en la trampa de bajar una melodía distinta de internet: nunca podrás usar ese archivo como tono de llamada. La nueva canción jamás podrás encontrarla entre las opciones para personalizar los sonidos del teléfono, estará escondida en la sección “Entretenimiento” y la única opción será reproducirla para escucharla. Olvídate entonces de los ringtones.

Entre las opciones ridículas que se presentan para hacer casi cualquier cosa, la que menos he logrado comprender es la que aparece cuando uno desea enviar un mensaje de texto a un contacto que figura en la agenda. Cuando uno termina de escribir el mensaje, aprieta “Opción”, luego “Enviar”, luego aparece un cuadro para ingresar el número de destinatario, pero se pasa de largo con la opción “Agenda”, luego uno selecciona el nombre del destinatario, entonces aparece el número de ese contacto, se presiona “ok”, y en lugar de enviar el mensaje sin más trámite, aparece nuevamente el número pero con la posibilidad de editarlo… y hay que darle otra vez al “ok” para lograr que el mensaje parta por el ciberespacio. Si alguien me explica la necesidad del paso intermedio que habilita la edición del número, lo agradeceré vivamente.

Samsung C406estoy deseando perder el celular para así contar con una buena excusa para volver a tener un teléfono con sentido común.

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Seguros para celulares: temporada alta de venta de buzones /2006/10/seguros-para-celulares-temporada-alta-de-venta-de-buzones/ /2006/10/seguros-para-celulares-temporada-alta-de-venta-de-buzones/#comments Wed, 01 Nov 2006 01:18:34 +0000 /?p=120 Seguir leyendo Seguros para celulares: temporada alta de venta de buzones ]]> Hace unos días perdí mi teléfono celular. Era un coqueto Motorola V220i, pequeño, muy completo, con conectividad USB, un lindo telefonito, en definitiva.

Fue la tarde del siete a cero, de manera que su pérdida no hizo mella en mi ánimo. Esperé hasta el martes (esa semana el lunes fue feriado) y consulté a Movistar para ver si podía recuperar, al menos, mi número, y tramitar la compra de un teléfono nuevo.

El trámite fue de lo más sencillo: no sólo daban de baja de inmediato mi número y me lo reservaban para el nuevo equipo, sino que ellos mismos me lo vendían a precio razonable y en cuotas sin interés. Por cuestiones de disponibilidad de parte de Movistar, y de premura por mi parte, elegí un modelo Samsug C406, a $249 pagaderos en 12 cuotas de poco más de $20.

Nada mal, pese a que luego descubriría que tiene menos prestaciones que mi anterior modelo y que su software se ha desarrollado lejos del sentido común (exige engorrosas sucesiones de teclas para operaciones elementales, trae acento grave y diéresis pero no acento agudo -que es el que usamos los hispanohablantes, es decir: éste-, trae cámara de fotos pero limita el tamaño de los mensajes multimedia y por ende no es posible enviar las imágenes a un email -lo que sumado a su falta de conectividad hace de la cámara un accesorio inutil, etc.).

Como soy de perder o romper artefactos como un celular, presté atención cuando la señorita de atención telefónica me ofreció un seguro que cubría el 100% del costo de teléfono por rotura y el 50% en caso de extravío. Cuando me informaron del costo mensual del seguro creí haber entendido mal: $15 por mes (incluyendo impuestos, aclaró la vendedora). Es decir, que por un teléfono que me cuesta $20 por mes durante 12 meses, su seguro, que tiene una cobertura de sólo el 50% de su valor en caso de extravío, sale $15 por mes durante todo el tiempo que mantenga el mismo equipo.

En otras palabras, casi lo mismo que sale el seguro de robo e incendio de mi casa. Está bien, se trata de riesgos distintos diría un productor de seguros: el teléfono tiene muchas más posibilidades de extraviarse que una casa. Sin embargo, mi auto, un modelo viejo de aproximadamente $ 15.000, que no sólo puede ser robado sino que se suma al costo del seguro la posibilidad de atropellar, con una maniobra desafortunada, a un desprotegido peatón, o incluso a una familia entera de a pie, tiene un costo de seguro de $100 por mes: el 0,66% del valor del mismo. Y mucho, muchísimo menos del 0,66% del valor de la indemización por esa pobre familia de caminantes. Se podría argumentar que el celular es más fácil de robar o de perder, pero también es importante notar que por más puntería que tenga difícilmente pueda matar a alguien con mi pequeño Samsung. Y además que si desaparece mi auto, me pagan el 100% del mismo y no apenas el 50%

Una estafa, en definitiva. Cuando hace unos minutos me volvió a llamar una promotora para recordarme la oferta, se lo dije e intenté explicarle por qué usaba esa palabra tan fuerte. Que el costo de un seguro parcial sea del 7,5% del valor asegurado y que además, en el supuesto más probable, que es el de extravío o robo, me cubra la mitad del costo, me parece un desatino y una estafa. Para pagar $20 por mes por el equipo y $15 por el seguro, prefiero volver a pagar $20 el día que lo pierda (que sucederá indefectiblemente). Por cierto, no llegué a contarle todo esto porque la señal inexplicablemente se corrompió y la llamada terminó antes de tiempo.

O quizás mi ignorancia en temas de seguros me impida ver el negocio fabuloso que me pierdo. Si alguien entiende más acerca de esto, por favor, que me lo explique.

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Antes y después /2006/09/antes-y-despues/ /2006/09/antes-y-despues/#respond Mon, 04 Sep 2006 18:28:16 +0000 /?p=102 Seguir leyendo Antes y después ]]> Vía Microsiervos llegué a un artículo de un interesante blog en inglés que trata un tema habitual para cualquier contemporáneo: cómo es el trato antes y después de que una empresa logra venderte sus productos. La síntesis está en esta ilustrativa comparación:

antes y despues

Recordé vagamente que hace tiempo se estimaba que el 70% de los recursos de publicidad de las empresas se destinaban a mantener satisfechos a los propios clientes y sólo el 30% se invertía en la búsqueda de nuevos consumidores. Algo de eso debe haber cambiado, porque mientras compartía la afirmación de que los manuales de usuario deberían ser realizados por el departamento de marketing, un amigo estaba intentando leer la instrucciones para usar su nuevo reproductor MP3, tarea imposible sin lupa y buena iluminación.

Es que en muchos casos, más que clientes, parecemos incautos que pisamos una trampa cazabobos. Porque el destrato no sólo se refiere a cuestiones como los manuales de uso, sino también al precio. De eso habla un comentario que un usuario indignado dejó hoy en un viejo post, donde destaca que todos los meses aparecen nuevas ofertas para usuarios novatos de servicios de conexión a internet, que ofrecen el servicio a precios varias veces menor que lo que pagamos los viejos usuarios. Y uno no puede evitar sentirse un poco tonto.

La traducción de la imagen es de Microsiervos

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Aventuras en el ciberespacio: comprando una notebook /2006/08/aventuras-en-el-ciberespacio-comprando-una-notebook/ /2006/08/aventuras-en-el-ciberespacio-comprando-una-notebook/#comments Mon, 14 Aug 2006 20:32:49 +0000 /?p=92 Seguir leyendo Aventuras en el ciberespacio: comprando una notebook ]]> Hace rato que vengo con ganas de comprarme una computadora portátil para independizarme de la PC hogareña, cada día más colonizada por los niños.

En esa búsqueda, me calenté con las portátiles Dell, de buen precio y prestaciones. Haciendo cuentas, calculando ingresos próximos, restringiendo algún gasto, finalmente me decidí. Por la información del sitio oficial, parecía que podía ser una operación sencilla, transparente y clara. Tardé unos cinco minutos en darme cuenta de que sería sencilla sólo si me olvidaba de lo transparente y de lo claro.

Por empezar, y esto es un problema mío, no de Dell, no hay forma de comprar sus computadoras por medio de un representante de “carne y hueso”, sino sólo por teléfono o internet. Llamé al 0-800 que figura en el sitio para verificarlo, y un joven amable de tonada centroamericana me confirmó que no hay representación de la empresa en Argentina y que tanto la compra como el servicio técnico se gestionan “a distancia”.

Bien. No es realmente un problema, pensé. Los precios figuran en precios argentinos e incluyen los aranceles de importación y el flete, de modo que nada debería salir mal. De todas maneras, antes de sumergirme en las distintas configuraciones y precios, decidí mirar el apartado de “plazo de entrega”. Ya no fue tan agradable leer que “Dell reconoce la necesidad de una pronta entrega y hace todo esfuerzo posible por dejar su pedido listo para envío lo antes posible.” Un informe que comienza abriendo el paraguas no puede augurar nada bueno. Lo que sigue a esa excusa anticipada, efectivamente, no es nada bueno: Dell señala que los tiempos promedian habitualmente las dos o tres semanas, pero que nada de esto puede ser garantizado y que recién cuando la orden de compra esté confirmada y el medio de pago verificado, se informará de eventuales retrasos por faltantes de stock u otros inconvenientes. Ahora bien: ¿no se sería posible informar de faltantes en stock antes de recibir el pago del cliente? No seas tan susceptible, me dije, mientras trataba de mantener el entusiasmo.

Vuelvo a las configuraciones y precios y cuando termino de acomodar un promedio entre la portátil ideal y la que podía pagar, me doy cuenta que faltaba el IVA en el precio final. “Fácil”, pensará usted, “agrega el 21% al precio final y ya conoce el precio”. No tanto, resulta que los componentes de hardware llevan un 10,5% de IVA y el software un 21%. Peor aún, para un software que yo no quiero pero que Dell me obliga a comprar (como casi todas las marcas de computadoras portátiles). En efecto, yo no uso productos Microsoft y soy muy feliz sin ellos… ahora bien, ¿cuánto del precio final corresponde al hardware -al que hay que adicionar un 10,5%- y cuánto al software -que implica un 21% más aunque todo lo que haga con él sea desinstalarlo?

Nadie lo sabe, no al menos hasta completar la orden de compra. “Los precios finales incluyendo impuestos de importación, el costo de envío, y el impuesto de venta serán comunicados después de haberse recibido su orden en línea”, dice al pie de página. Quiere decir que tengo que enviar a Dell Inc. todos mis datos personales, más los de una tarjeta de crédito válida, para conocer recién entonces cuál es el precio final. Un fastidio y una agresión en toda la línea a la Ley 24.240 de Defensa del Consumidor, que en su artículo 4º dice “Quienes produzcan, importen, distribuyan o comercialicen cosas o presten servicios, deben suministrar a los consumidores o usuarios, en forma cierta y objetiva, información veraz, detallada, eficaz y suficiente sobre las características esenciales de los mismos”.

Decidí ejercitar la paciencia (que, como todos saben, es un músculo que puede fortalecerse con la práctica), y llamé nuevamente al 0-800. Luego de varios minutos de espera, el joven que atendió la llamada me ratificó que Dell Inc. no calculará el precio final hasta que no complete mi orden de compra, y se ofreció amablemente a confeccionar la misma por teléfono. “Pero ¿cómo voy a ordenar un artículo si no conozco el precio?”, atiné a preguntar. Silencio, y al rato, un saludo de cortesía.

Ya molesto por lo que me parecía una burla, traté de encontrar información sobre defensa del consumidor. En la web del Ministerio de Economía hay información y un teléfono, pero no toman reclamos por internet. Llamé. Me atendió un señor distraído, que me interrumpía cada vez que comenzaba una frase:

-“Buenas tardes, quería hacer una consulta, resulta que mientras averiguaba sobre venta de computadoras portátiles en internet…”
-“En mi experiencia, no le aconsejo comprar de esa manera.”
-“No, mire, no es ésa la consulta, resulta que es el sitio corporativo de una empresa fabricante y no hay forma de conocer el precio final sin hacer la orden de compra porque no informan el IVA…”
-“Tiene que llamar a la AFIP para saber cuánto de IVA corresponde.”
-“Mire, no me preocupa cuánto corresponde porque ya lo sé, lo que me preocupa es que distintos tipos de componentes llevan distintos porcentajes, entonces no hay forma de calcular el precio final porque no se indica cuánto del costo publicado corresponde a cada tipo de componente, ¿me entiende?”
-“Mmmm, esa empresa debe tener alguna oficina en Capital Federal, ¿no?”
-“Es probable, la verdad que no lo sé”.
-“Entonces llame a las oficinas del Gobierno de la Ciudad, 5382 etc etc.”
¡clac!

Recorrí las páginas pertinentes del sitio del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, pero me desalenté rápidamente cuando leí:

    • El hecho denunciado debe haber sucedido en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (ya sea la compra o la firma del contrato).

 

  • El denunciante debe ser consumidor final (es decir que lo que haya comprado o contratado sea para su uso personal).

 

 

El hecho denunciado sucedió en Internet, no en Capital, aunque las páginas de la empresa con las que intenté hacer la compra estaban explícitamente orientadas a la venta en Argentina. Es probable que Dell Inc. tenga un domicilio en Capital Federal, pero no lo sé y no es fácil conocerlo. Tampoco compré ni contraté nada, al contrario: interrumpí un proceso de compra porque faltaban datos esenciales para completarla (como por ejemplo el precio).

Nada más alejado de mis deseos convertir a este blog en una oficina de quejas y reclamos, pero no tengo más remedio. Hasta ahora, canalizando mis quejas y reclamos por los canales pertinentes obtengo el mismo resultado con el doble de frustración y fastidio.

Actualización al 22 de septiembre de 200: Me informa Guillermo, en los comentarios, que han aparecido los precios completos en el sitio oficial, incluyendo IVA, flete y demás. Una buena actitud de parte de DELL.

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Goles son amores /2006/08/goles-son-amores/ /2006/08/goles-son-amores/#comments Thu, 10 Aug 2006 13:15:27 +0000 /?p=91 Seguir leyendo Goles son amores ]]> Vale Chumbar es un blog de fútbol muy activo, que sigue con particular atención el campeonato de fútbol argentino de primera división aunque también suele haber notas del fútbol europeo y sudamericano.

Uno de los atractivos más importantes del blog era que luego de cada fecha del campeonato, uno podía ver los goles en un video tomado de You Tube, servicio muy apreciado sobre todo por los argentinos repatriados por el mundo. Y lo digo en pasado porque el 8 de agosto los responsables de Vale Chumbar recibieron un email de Torneos y Competencias SA donde amablemente les pidieron que dejaran de hacerlo.

Parece ser que TyC está intentando comercializar su material por medios como internet y teléfonos celulares, y por eso han comenzado a perseguir a quienes se les ocurra multiplicar las imágenes del fútbol en la web, cuyos derechos detentan en forma exclusiva a partir de un contrato con la Asociación del Fútbol Argentino. O sea: monopolio en la tele y a partir de ahora monopolio en todos lados.

Juan, el autor de la nota donde relata el cordial apriete del que fue víctima, dice con mucho tino: “si su objetivo es eliminar sus imagenes de internet, es una batalla que ya tienen perdida, por más abogados y plata que tengan. La industria de la música ya eligió hace un tiempo el camino equivocado, el de perseguir y enfrentarse a las preferencias de millones de personas alrededor del planeta, gastó millones y no logró nada.”

Para peor, todo indica que tomarán el camino más equivocado: el de comercializar archivos digitales en internet con la lógica del mundo pre-internet, es decir, arancelando el acceso a las imágenes. Será un proceso muy interesante para seguir de cerca.

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Flash Cablemodem, o por qué desconfiar de las ofertas demasiado generosas /2006/03/cablemodem-multicanal-o-por-que-desconfiar-de-las-ofertas-demasiado-generosas/ /2006/03/cablemodem-multicanal-o-por-que-desconfiar-de-las-ofertas-demasiado-generosas/#comments Thu, 02 Mar 2006 21:39:00 +0000 /?p=81 Seguir leyendo Flash Cablemodem, o por qué desconfiar de las ofertas demasiado generosas ]]> A principios de enero en cada esquina de mi barrio se instaló una pintoresca cuadrilla de Multicanal cargando rollos de cable y escaleras extensibles. Algunas (las menos) estacionaban una camioneta con todos los logos y marcas: Multicanal, Flash Cablemodem -la banda ancha del grupo Clarín, logotipos y colores por doquier. Otras -se ve que la mayoría eran subcontratistas- llegaban en un Falcon desvencijado o en una camioneta Rambler con una pieza de carrocería de cada color. Todas sin embargo desplegaban una frenética actividad y avanzaban de esquina en esquina como un eficaz ejército de ocupación.

El motivo: la banda ancha del grupo Clarín había decidido ampliar su área de cobertura y acompañaba su despliegue con tentadoras ofertas.

En esos días me llamaron para ofrecerme el servicio: de todas las opciones, había dos con una bonificación especial, el servicio básico de 128Kbps y el de 1Mbps, este último a $39,90 durante varios meses. La tercera parte de lo que pago por speedy a 256Kbps, pensé. Y decidí cambiarme.

Los motivos fueron sólo económicos: pocas veces tengo necesidad de transferencias “pesadas”, aunque la cuadruplicación de velocidad siempre es un plus interesante.

A mediados de enero ya estaba navegando por cablemodem, mientras trataba de completar la ardua tarea de dar de baja el servicio de Speedy: “¿Tiene alguna queja que motive su solicitud de baja, señor?”, “No, señorita, nunca tuve dificultades -es cierto- pero me han ofrecido un servicio que me conviene más”, “Entonces podemos ofrecerle nuestra súper rebaja por todo el próximo siglo”, “Señorita, lo lamento, me hubieran ofrecido la rebaja cuando aún era cliente y quizás lo hubiera considerado”, “Pero no sabíamos que estaba considerando el cambio de servicio”, “Señorita, ya contraté el nuevo servicio, ¿me hace el favor de tomar la solicitud de baja?”. Cuando terminaba esta conversación me ilusionaba con haber concluído mi relación comercial con Speedy, pero me desengañaba al día siguiente cuando un nuevo operador me llamaba para confirmar el pedido de baja y repetía la misma cantinela.

Al principio el servicio de Cablemodem marchaba sobre ruedas. Las pruebas de velocidad eran satisfactorias, la navegación iba viento en popa y las tasas de transferencia no dejaban de sorprenderme. Actualizar mi sistema operativo (Mandriva 10.1) nunca había sido tan rápido.

A principios de febrero comencé a notar que la navegación comenzaba a tener, en ocasiones, viento de frente. De pronto, sin aviso, tuve un déjà vu: volví a esa antigua era en que las páginas web primero -y de a tramos- cargaban el texto, luego acomodaban el texto en su lugar, y finalmente, una a una iban apareciendo las imágenes en pantalla. Desde la época de mi viejo módem telefónico de 14.4Kbps (¡70 veces más lento!) que no pasaba por esa experiencia.

Cuando pasaron unos días y se tornó evidente que el problema no era pasajero, llamé al servicio técnico. Al operador mucho no le gustó cuando a su pregunta de “qué versión de Windows usa” la respuesta fue “ninguna”, pero superado ese escollo me indicó que entrara a un sitio de pruebas de la empresa y descargara un conjunto de archivos tomando nota de la tasa de transferencia en cada caso, y que volviera a llamar.

La bajada de dos archivos ubicados en los servidores de la empresa arrojó resultados alentadores: los dos superaron con creces los 100 kb/s, sin embargo la prueba con dos archivos ubicados en Estados Unidos fue decepcionante: 38 kb/s el primero y 12 kb/s el segundo. Llamé con estos datos y me tomaron el reclamo: lleva el número 5119905 por si a alguien le interesa, y me dijeron que en unos tres o cuatro días debía estar solucionado.

El 17 de febrero esos tres o cuatro días ya habían pasado largamente, así que decidí repetir las pruebas (la descarga internacional seguía en los mismos niveles, la nacional había descendido a 80 kb/s) y llamé. Mi interlocutor me regañó: “Ha entendido mal, señor, no le dijimos que su problema iba a estar solucionado, sino que el día 20 lo íbamos a llamar para presentarle un informe detallado de la falla”. Un fin de semana no me iba a cambiar la vida, así que decidí no molestarme y esperar el lunes 20. Sin embargo, al lunes 27 de febrero aún no había recibido llamada alguna.

Mientras comenzaba a impacientarme por la exasperante lentitud en la carga de las páginas más simples, recuerdo la promesa pendiente y vuelvo a llamar, no sin antes volver a medir la velocidad de descarga: menos de 50 kb/s en las nacionales, menos de 10 kb/s en las internacionales. La paloma mensajera ya podía competir con mi correo electrónico.

“Disculpe la demora, señor, es que lo hemos llamado y nadie contestó”. Curioso que eso sucediera en la única semana al año en que hubo gente las 24 horas del día en mi casa. “Denos su teléfono y en unos minutos nos comunicamos con Usted para hacer unas pruebas”. Pasaron los minutos, formaron una hora, dos, tres, diez, el día entero y nada.

Mientras tanto, todos los días algún promotor de Flash Cablemodem, la banda ancha del Grupo Clarín, llamaba para ofrecer el servicio que ya había contratado.

Hoy, 2 de marzo, he vuelto a llamar. Realicé nuevamente las pruebas -no sé para qué, ya que no me lo preguntan-, siguen en los mismos valores patéticos que el lunes. El operador volvió a pedirme el teléfono (el mismo que tienen en mi solicitud, en mi contrato, en mi reclamo original y en el reporte de cada uno de los llamados posteriores, puesto que cada vez han vuelto a preguntarlo). Le dije, algo molesto, que ya había pasado por esa conversación el día 27, me replicó que no eran 10 minutos, sino 48 horas las requeridas para realizar esa llamada. Así que el día 4 a las 17.30 horas ampliaré este informe para contarles si ha sucedido o no el milagro.

Si alguno supone que mientras esto sucede me han ofrecido un descuento para cobrarme lo que corresponde a la conexión de 128Kbps (aunque la tasa de transferencia promedio es inferior a la que debería ser para ese servicio, en teoría 8 veces más lento que el que contraté) , pues supone mal.

Speedy, este es el momento para volver a seducirme.

Actualización al 6 de marzo: El sábado 4 me llamó una muy amable Jorgelina, me indicó que habían solucionado un problema que tenían en un enlace y que el problema de velocidad debía estar resuelto. Con ella al teléfono repetimos las pruebas, previo reinicio de la compu para garantizar que no hubiera servicios conectados a internet; las pruebas se extendieron a descargas adicionales de otro sitio, y comprobamos que mi conexión seguía yendo a paso de carreta. Jorgelina tomó nota de mi celular y prometió que en la semana volvería a recibir una llamada. Hoy se cumplen 20 días de mi reclamo original, sin soluciones ni compensaciones a la vista.

Actualización al 14 de marzo: El sábado 11 de marzo tocó timbre un muchacho, “servicio técnico de Multicanal”, y proclamó que venía a arreglar el módem. Comprobó vía web algunos valores, agregó un suplemento entre el coaxil y el modem, volvió a verificar y afirmó que el problema estaba solucionado. Mientras se disponía a irse repetí la bendita prueba de velocidad de descarga de archivos: “No está mal para una conexión de 128K”, dijo, “tené en cuenta que casi nunca lllegan al máximo”. “Claro”, le contesté, “eso sería bárbaro si mi conexión fuera de 128K, el problema es que es de 1024K, o por lo menos me cobran por eso”. El pibe dudó unos segundos y salió del paso con un “Bueno, de todas maneras lo que corresponde a Multicanal está arreglado, debe ser un problema de Ciudad Internet”. Conté hasta diez, recordé el consejo que José Masson me escribió en los comentarios, y no le dije que no me interesaba en absoluto la composición de la sociedad que me vendía el servicio ni cuál era la responsabilidad de cada parte, yo compré un servicio único, no dos ni tres. Que me ne frega quién pone el cable, quién la señal y quién el champagne a la hora de repartirse las ganancias, lo único que me interesa es que me solucionen los problemas que para eso me llegan puntuales las facturas de pago. Ah, la conexión mejoró, ahora la velocidad promedio es la mitad de la prometida. Todo un avance teniendo en cuenta que durante semanas fue inferior al diez por ciento. Creo que debería sentirme casi contento.

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San Edelap /2005/08/san-edelap/ /2005/08/san-edelap/#comments Mon, 30 Nov -0001 00:00:00 +0000 /index.php/2005/08/24/san-edelap/ Seguir leyendo San Edelap ]]> Luego de un día trajinado, uno espera llegar a casa, sacarse los zapatos, servirse una copa y perderse por un rato en el laberinto indescifrable y somnífero de la tele.

No es un final de jornada demasiado ambicioso. Pero hay veces en que la mala suerte se empeña de manera admirable. Ayer, por ejemplo, un día de viento y lluvia más apropiado para trópicos habituados a los huracanes que para invierno argento. Ya desde lejos de casa me pareció ver que el último semáforo estaba inactivo y que de allí en adelante por un par de cuadras la noche era más oscura. Efectivamente: la falta de semáforo señalaba un corte de luz en una zona no muy extendida pero dentro de la que, como no podía ser de otra manera, estaba mi casa.

Así que desembarcamos la familia completa tratando de no pisar a los gatitos que están comenzando a caminar y cuyo pelaje oscuro los disimula contra el piso. La falta de energía eléctrica y la consecuenta falta de compu y de tele provoca en los niños una reacción de cierta violencia debido al previsible síndrome de abstinencia, que en esa regresión medieval niegan relaciones tan evidentes como la falta de luz y la inutilidad de la tele. “Ya sé que no hay luz, pero ¿por qué no puedo ver los Power?”, insistía cada cinco minutos Joaquín.

Pero lo peor es que en la vereda de enfrente el fluído eléctrico fluía, valga la redundancia, con absoluta normalidad. Y se me ocurren pocas cosas más deprimentes que estar rodeado de velas encendidas como en un altar a San Edelap y ver por la ventana cómo la vecina se regodea con Los Simpsons.

Es probable que la humareda de las velas haya embotado nuestros sentidos y eso colaboró con un sueño tempranero. Pero sólo por un rato, ya que apenas pasada la medianoche el servicio eléctrico se restableció y la casa entera se encendió como un arbolito de navidad, junto a todos los artefactos eléctricos que cobraron vida en el mismo sobresalto.

Como corresponde, ese despertar agitado y prematuro no nos encontró con la suficiente lucidez como para corregir el radio reloj, y al caos de la noche se le sumó el caos de una mañana sin despertador. Pero con la electricidad restablecida ya nada me molestaba. Si la lluvia no volvía, si el viento se había definitivamente calmado, Los Simpsons volverían esta noche. Y esa sola promesa funcionó como un parche de nicotina para un fumador desesperado por tabaco.

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