En una visita al optómetra, me enteré que tengo lateralidad cruzada: todo mi cuerpo está dominado por el lado derecho (brazo+mano, pie, oído), excepto por el ojo. Parece ser que mi ojo izquierdo es el más hábil y comanda la forma en que miro el mundo.
Con cierta curiosidad, busqué en Google y me encontré con cientos de páginas donde se hablaba del “problema” de la “lateralidad cruzada”, con referencias a dificultades escolares, problemas de sociabilidad, confusión para los cálculos matemáticos, incluso gurúes que auguran que los niños en esta condición “nos van a dar problemas de lectoescritura, por el bajo dominio viso-espacial que poseen”.
Pues bien, yo me enteré ahora, a los 43 años. Y aprendí a leer y escribir cuando estaba en el jardín de infantes, tengo facilidad para las matemáticas, cursé mis estudios primarios, secundarios y universitarios con buenas notas -sin exagerar, por supuesto-, no creo tener problemas de relación y como si fuera poco, me siento una persona feliz la mayor parte del tiempo (no de los últimos tiempos, sino de la mayor parte de mi vida).
Así que si un psicólogo, pedagogo o chamán te alerta porque tu hijo tiene lateralidad cruzada, decile que se vaya a prometer tormentas a otro lado.