Hace un tiempo Radiohead decidió ofrecer por internet y de forma gratuita la versión completa de su disco In Rainbows. Ratificando lo que ya muchos artistas señalaban -y contradiciendo las profecías apocalípticas de las discográficas-, la iniciativa resultó ser un gran negocio para la banda: mediante las contribuciones voluntarias de quienes se descargaban el disco recaudaron mucho más que si se hubieran limitado a los canales tradicionales de distribución.
Ahora Monty Python ha ido por su propio In Rainbows: conscientes de que sus videos circulaban por YouTube sin ningún control, decidieron abrir su propio canal en ese sitio y poner a disposición todos sus videos en versiones de alta calidad.
“Les estamos dejando ver absolutamente todo de manera gratuita”, dice la portada del canal con el tono ácido característico del grupo, “pero queremos algo a cambio. No nos interesan ninguno de tus comentarios sin sentido. En cambio, queremos que hagas click en los enlaces, compres nuestras películas y shows de TV, y alivies nuestro dolor y disgusto por haber sido ripeados todos estos años”.
En la lógica de la industria, esto carece de sentido: ¿por qué alguien va a pagar por lo que ya tiene de manera gratuita? Al parecer, mucha gente: las ventas de los DVDs de Monty Python en Amazon crecieron un 23.000% (sí, un veintitrés mil por ciento) a partir de la apertura del canal en YouTube.
Otra muestra de cómo viene la mano. O, en palabras de un conocido blog que se hace eco del tema: “All of this points to a simple, yet seemingly elusive, fact: Treating your consumers like criminals may not be the best way to convince them to buy your shit. Just sayin.”
Vía la Rayis.
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Coelho también ofrece descarga gratuita de sus libros, por idénticas razones. Así que esto funciona también para los escritores.
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