El Ministro de Seguridad, Justicia y Derechos Humanos, Aníbal Fernández, anunció hoy los nuevos avances en la lucha contra los derechos civiles, bautizada desde el gobierno con un eufemismo: lucha contra el crimen.
En este caso se trata de identificar al poseedor de cada teléfono celular utilizando medidas biométricas (la huella digital), obligando a reempadronar a unos 30 milllones de celulares y sus respectivos dueños. Una exasperación de control, ya que desde que ingresamos a la era Blumberg la compra de un celular supone un largo y tedioso trámite que ya incluye una minuciosa identificación del comprador.
La justificación del ministro me ha hecho ruborizar porque pensé que estaba citando el post que precede estas reflexiones, pero al instante recuperé el color y la cordura: el ministro tiene cosas más importantes que hacer que leer estas tonterías. De todas maneras, nótese la semejanza:
- Párrafo del artículo “El ojo de China que todo lo ve”:
La muletilla que sirve como excusa para estos avances no es, sin embargo, patrimonio oriental: en todas las latitudes suele escucharse cada tanto (y en estos días parece ser que toca), la justificación proto fascista que reza que “no tienes que preocuparte por estas medidas: si no eres un delincuente no tienes nada que temer”?, plantando la sospecha de antemano sobre cualquiera que reclame por sus derechos más elementales.
- Párrafo del Ministro:
En declaraciones a Radio Continental, el funcionario precisó que “nadie que tenga un celular de buena fe tendrá inconvenientes en registrarlo”.
El razonamiento, la justificación, la excusa, como se ve, es la misma: sí, son medidas que amenazan la privacidad, que ponen en riesgo los derechos civiles, pero… ¿por qué te preocupa tu privacidad? ¿Acaso estás escondiendo algo? La idea es estigmatizar a cualquiera que proteste: si alguien se queja… por algo será.
Lo más triste es que tampoco queda claro la eficacia de la medida respecto del pretendido objetivo de “cerrar el mercado negro de celulares”. De hecho, mercado negro existe no por falta de identificación precisa de los dueños de los celulares, sino porque la denuncia de pérdida o robo ante las compañías es sólo un asiento administrativo que habilita a vender un reemplazo, pero no activa medidas técnicas que inhabiliten el aparato extraviado ni mecanismos de recuperación del mismo si llegara a utilizarse nuevamente. Nada de esto cambia por el sólo hecho de agregar la huella a la firma.
Es decir, sólo humo, pero humo que acostumbra al estado de sospecha generalizado y permanente, y que genera sentido común respecto de aberraciones como que sólo los delincuentes se preocupan por la privacidad.