Sigue la ofensiva por endurecer las restricciones de copia de bienes intangibles -a pesar de lo impracticable y fascista que devendría cualquier intento efectivo de control. El protagonista de hoy no es la industria musical o cinematográfica, sino la Ford Motors Company, que ha reclamado los derechos de cualquier foto de un automóvil Ford -aunque se trate de tu propio auto. (Vía SlashDot)
Tal es así que se ha frenado la publicación del calendario 2008 del Black Mustang Club, un grupo de fanáticos de ese modelo de Ford. Si así se actúa con los fans, no quisiera imaginarme cómo será con los detractores. La cuestión es que parece haberse generado una espiral de irracionalidad: el mismo concepto de propiedad sobre bienes físicos se aplica linealmente sobre bienes intangibles… y los efectos más perniciosos de esta operación se vuelven a aplicar sobre los bienes físicos. Es como si la Ford Motors Company hubiera decidido dejar de vender autos para vender licencias de uso de autos al estilo de las licencias de software o de contenidos, y el auto por el que pagaste no te perteneciera.
Tanto se multiplican las restricciones que ya son objeto de sátira: en el último capítulo estreno de Los Simpsons, Bart obtiene una licencia de conducir. Homero aprovecha esta circunstancia para utilizar a Bart como su chofer privado. Luego de una serie de alocadas desventuras, el capítulo tiene un final feliz, circunstancia que Homero aprovecha para convencer a Bart que lo lleve de paseo para tomar cerveza “y cantar en voz alta canciones que se encuentren en el dominio público”. Bart acepta y se los ve muy contentos en la escena final cantando algo que pese a la traducción y el subsecuente doblaje, parece ser “Twinkle, Twinkle, little star”, una canción que tiene sus orígenes en la mitad del siglo XVIII. Es que dentro de poco, sólo podremos entonar en voz alta melodías antiguas como ésa, so pena de que alguien reclame por violación de sus derechos.
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