Acuerdos Oliviennes: la censura no existe, mi amor


Hace pocos días comentábamos el inquietante avance sobre la privacidad que muchos gobiernos protagonizan en nombre de la seguridad. También hemos dado cuenta de los riesgos que conlleva este sofisma tan declamado pero tan absurdo que es la supuesta incompatibilidad entre seguridad y privacidad.

Otro tema recurrente en este blog ha sido la pretensión absurda de endurecer regímenes legales vinculados al derecho de autor en la era de internet: regímenes legales que fueron pensados para la era de la imprenta y en cuya base había supuestos que hoy se han desvanecido. La realización de copias idénticas de contenidos digitales o digitalizables y su distribución a cualquier parte del mundo tiene un costo que tiende a cero, no es razonable entonces que esté alcanzado por la lógica de una regulación industrial: su control eficaz requeriría de un Estado policíaco que haría finalmente trizas aquellos derechos civiles que hoy se encuentran gravemente amenazados.

Es tiempo de nuevas normas que regulen de otra manera la relación entre proveedores de contenido y consumidores: de hecho, ya se están forjando en la práctica mucho antes de que los legisladores se hayan siquiera percatado de ello. Radiohead es el fenómeno más visible de este fenómeno pero ellos apenas son la punta de iceberg. Sin embargo, los que tienen hasta ahora el megáfono más potente, no son los creadores ni los artistas sino los representantes de una industria obsoleta que se ha vuelto doblemente parasitaria: del talento, trabajo y capacidad de quienes crean contenidos y del Estado, que les provee, por un lado, leyes crecientemente ineficaces y por otro, poder de policía para controlar su cumplimiento.

En esta loca carrera hoy le toca ser noticia a Nicolás Sarkozy, presidente de Francia, quien en cumplimiento de los Acuerdos Oliviennes (llamados así en honor a su impulsor, Denis Olivennes, presidente de la FNAC), se ha transformado en el primer presidente de un régimen democrático que autoriza abiertamente el filtrado de los contenidos de internet para detectar descargas de archivos que pudieran corresponder a intercambios ilegales de contenidos protegidos por derechos de autor.

Significa que a partir de esta decisión, un conjunto de empresas privadas, bajo la supervisión de la autoridad administrativa, “tienen autorización legal para filtrar acceso, hurgar en discos duros y detectar IP”. Según la información, las empresas no tienen permitido almacenar las direcciones IP de quienes encuentren intercambiando archivos, pero tan lábil es la prohibición que apenas efectuados dos controles sobre las empresas vigilantes, se ha detectado que una de ellas, por indicación de una sociedad de gestión de derechos de autor, conservaba todos los datos que permitían identificar a los internautas.

La nota de color es que la negociación de los Acuerdos Oliviennes en noviembre del año pasado dio lugar a que Sarkozy conociera a su actual novia, la bella Carla Bruni. Mucho me temo que el diminuto Nicolás esté intentado demostrarle a su chica cuán poderoso y determinado que es, cuán larga y firme es su voluntad, al punto de que, si bien ya están funcionando estos controles, aún no se ha sancionado la ley que debería regular esta vigilancia.

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