San Fermín en La Plata

Ya no hay que viajar hasta la lejana Euskal Herria para observar el espectáculo de los Sanfermines. Ni esperar al 7 de julio para que la tele muestre con ese morbo tan suyo a los vecinos corriendo adelante del ganado mientras una voz en off relata cuántos heridos lleva la jornada.

Resulta que ayer, 14 de noviembre, un camión de transporte de ganado dejó sus puertas abiertas por este rincón del mundo y varias vaquillonas escaparon hacia la libertad; con suerte muy diversa: las que tenían más luces se encaminaron hacia los tribunales, quizás con la esperanza de encontrar algún abogado que las representara en ese viaje que con toda seguridad iba a ser el último.

Pero aún si no encontraban sentencia favorable, era por lo menos poco probable que alguno de los juristas y aves negras que transitan esa zona tuviera habilidades gauchescas, con lo que se garantizaban un paseo prolongado.

Otras arrancaron para el bosque y se divirtieron corriendo a los que hacían footing. El diario El Día publica una secuencia de fotos en la que los deportistas pasan de la sonrisa incrédula (quizás pensaban que se trataba de una cámara oculta, quién sabe) al corre por tu vida. No sé de qué hablarán ahora los defensores del fitness y la vida sana: uno sale a hacer deportes y termina arrollado por un rumiante.

Las menos afortunadas no tuvieron mejor idea que ingresar al barrio “El Churrasco”. No necesito explicar que una vaca no puede transitar por El Churrasco como si lo hiciera por Nueva Delhi. Cuando llegaron las fuerzas del orden, de las tres vacas que se aventuraron por esas calles, sólo una quedaba en pie: las otras dos ya eran churrasco, bife ancho, mondongo, asado de tira, bola de lomo, ross beef y hasta hueso para el puchero. Y no eran estas las vaquitas que tenían abogado.

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