Un 27 de noviembre, hace 2015 años, moría Horacio, célebre autor de la frase latina que ha sido traducida al español como “vive el día” y popularizada por la película “La sociedad de los poetas muertos“.
Carpe diem (Odas, I.XI) se ha convertido en una cita que admite múltiples interpretaciones al haber perdido en el camino la frase que la completaba: “carpe diem, quam minimum credula postero”, que significa algo así como “aprovecha el día, confía muy poco en el mañana”.
La cita, así mutilada, ha supuesto para muchos una invocación meramente hedonista (ayudado además por la posibilidad de traducir carpe -cosecha- como disfruta). Sin embargo, la frase parece estar inspirada más bien en el temor que Horacio le profesaba a la muerte.
Lo cierto es que la sentencia de Horacio ha recorrido más de dos mil años, reescrita muchas veces en el arte y la filosofía de Occidente, hasta que un insufrible Robin Williams-haciendo-de-Robin Williams la usa como consigna para incentivar la rebeldía de los jóvenes estudiantes atrapados en la ominosa Welton Academy, y de paso la relanza en la cultura popular.
Curiosa película, ya que estamos. Siempre me sorprendió que personas progresistas y bienintencionadas se conmovieran hasta el alma con el romántico despertar de la conciencia de los jóvenes frente al autoritarismo, pero al mismo tiempo borraran por completo de sus retinas la escena de la destrucción de los libros, más apropiada para una manifestación nazi que para un profesor sensible como el de la película. Sé que no sonará simpático para muchos, lo lamento: siempre me pareció una película superficial y manipuladora, lo había olvidado hasta hoy que la portada de la Wikipedia me recordó el aniversario de la muerte de quien hace tanto tiempo se le ocurrió escribir “Carpe diem”.
No sólo rompe los libros, también se saltea a los realistas y los naturalistas en sus clases de literatura, como si Shakespeare, Withman y los románticos fueran los únicos que escribieron algo de valor. Y al final, realzar la vieja imagen del poeta romántico de hace tres siglos, incomprendido y torturado por la sociedad que termina por suicidarse, me parece una sobrevaloración bastante patética del romanticismo. Pero la escena que más me incomoda es aquella en la que obliga al estudiante tímido a recitar poesía adelante de toda la clase. En un salón de clase de verdad y no en una película, aquello podía terminar con la humillación de un estudiante frente a todos sus compañeros. Un método educativo más que cuestionable.
Y con todo, la película es muy buena. Tiene otras escenas inolvidables que para mí la redimen. Junto con Patch Adams es el film más memorable de Williams.
Saludos Patricio.
Cierto, y yo que no quería acordarme de la peli
En fin, coincidimos en todo menos en que la peli sea buena. Definitivamente no la paso… pero gustos son gustos, amigo rataube. Un abrazo.