Otra parábola de monos

De casualidad llegué a un relato muchas veces repetido acerca de un experimento con simios, de esos que tienen como objetivo comprender las conductas de los humanos a partir de la observación de estos peludos primos lejanos.

Recordé entonces un experimento que gustaba contar un querido amigo, el profesor de Economía Industrial Andrea Saba, de la Universidad La Sapienza de Roma, que él usaba para ilustrar la desmesura, avidez e improdutividad de las burocracias hipertrofiadas.

Cuenta Andrea Saba que en un laboratorio del Zoológico de Roma, cuatro pequeños chimpancés son sometidos a un experimento. Encerrados en una jaula, se les provee de un pequeño tubo de vidrio que contiene en su interior una avellana, y de un palo cuyo diámetro es mayor que el del tubo.

Uno de los monos es muy inteligente: intenta empujar la avellana con el palo, pero al no lograr introducirla en el tubo, afila el palo con los dientes hasta lograr empujar la avellana y hacerla caer.

El segundo mono no es tan inteligente: a menos que se le ofrezca un palo de diámetro menor que el del tubo, no encuentra la forma de usarlo para empujar fuera del mismo a la avellana.

El tercer mono es definitivamente tonto: no logra utilizar con eficacia ninguno de los palillos. “Pero he aquí que el experimento comienza a volverse interesante”, cuenta Saba, “luego de algún tiempo, el mono Nº 3 logra aprender viendo a los otros dos monos y, aunque torpemente, logra hacerse de la avellana”.

“El cuarto mono es, sin embargo, el verdadero protagonista de esta parábola de etiología económica. Entra en la jaula con aires burlones. Observa brevemente el comportamiento de los otros tres monos. Se coloca inmediatamente del lado opuesto del tubo. Espera que los otros terminen de trabajar con los bastoncillos para hacer caer las avellanas y se las come, poniendo una cara típica, similar a la del burócrata romano luego de que ha terminado de desayunarse una medialuna con un capuchino en algún bar cercano a la oficina”
.

En este punto de la historia, Saba concluye resignado que en la tribu de los humanos debemos acostumbrarnos a tener un 25% de individuos parásitos. Sin embargo, la continuación del experimento lo aterra: a los pocos días, los monos 2 y 3 habían comprendido la situación ventajosa del cuarto mono, y mientras el siempre eficiente mono 1 trabajaba sin descanso para sacar avellanas de los tubos de vidrio, los otros tres simplemente se limitaban a esperar en el costado opuesto de la jaula a que el almuerzo gratis les cayera del cielo.

(La cita es de El Modelo Italiano: La especialización flexible y los distritos industriales, Andrea Saba, Editorial de la UNLP, 1997)

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