Circunstancias inesperadas me enfrentaron con la televisión abierta de media tarde un día de semana. Personajes cuyo único mérito parece ser su necesidad de un batallón de psiquiátras, periodistas que con toda seriedad reflexionan sobre las dificultades sentimentales y preferencias sexuales de algún mediático, concursos estilo “reality show” donde se diseccionan con prolijidad los traumas físicos y emocionales de los participantes, en fin, un collage denso y sorprendente que me embotó los sentidos y me adormeció en el sofá.
Creo haber soñado entonces un programa ideal para ese horario, aunque quizás era lo que estaba programado y en el sopor de la siesta lo confundí con mi propio sueño.
Era un programa de concursos con Silvio Soldán de maestro de ceremonias y un extraño jurado compuesto por un psicólogo, un urólogo, una vedette en pleno ascenso y un periodista que, aunque no puedo asegurarlo, estoy casi seguro de que se trataba de Rolando Graña.
Comencé a verlo en el momento en que Soldán llamaba al primer participante, un famoso actor de telenovelas, que ingresó con una sonrisa mientras agradecía el saludo afectuoso del público.
-¿Cómo está nuestro participante numero uno? La verdad es que lo veo mucho mejor que la semana pasada, saludó el conductor mientras le pasaba un brazo sobre los hombros.
-Y, sí, la semana pasada estaba muy mal, pero pude levantar gracias al apoyo de mi familia, y sobre todo de mi pareja, que entiende siempre…
-¡Ahí está la novia, venga para acá, querida, venga!, interrumpió Soldán con una exclamación mientras el director ponchaba un primer plano de una rubia escotada que sonreía emocionada y tímida desde la tribuna.
-Venga conmigo, querida, insistió, cuéntele a la audiencia cómo superó nuestro participante los problemitas que tuvo y como está para hoy.
-Bien Silvio, la verdad es que estoy muy contenta porque él ha logrado sobreponerse y estoy súper orgullosa…
-Te lo debe a vos también, querida, ¿no es así? replicó el conductor dirigiéndose al participante.
-Yo no hubiera podido solo, ella me rebancó, todo el tiempo, es un mujer excepcional que se merece todo…
La rubia volvió a ensayar un gesto de emoción y miró con ternura a su pareja.
-Hay personas que logran superar las peores circunstancias, comenzó a decir, solemne, el conductor mientras miraba fijo a la cámara que tenía frente a él. Hay personas que caen a lo más profundo y vuelven a ponerse de pie. Hay quienes tienen una templanza que nos contagia a todos. Hace pocos días nuestro participante estaba con un pie afuera del programa. Hoy, amigos, él quiere pasar a la siguiente ronda. ¡Un fuerte aplauso y vamos a las imágenes de la semana pasada!
De pronto, Soldán se había transformado en Lucho Avilés que con gesto adusto enumeraba las virtudes del participante. Por la pantalla comenzaron a pasar confusas imágenes del homenajeado quien, enfundado en una bata satinada, parecía sumido en la angustia y la desesperanza.
Una voz en off relataba su desventura: “Hace sólo un mes, comenzó su recorrido por nuestros estudios con gran expectativa. Superó fácilmente la prueba de nivel uno, que permitía la ayuda de nuestras profesionales y medicamentos controlados por nuestro jurado. Decidió descartar la atención profesional para la prueba de nivel dos, quedándo sólo con la ayuda de Colt, nuestro auspiciante y reconocida firma líder en el campo de la industria farmacológica. ¡Y también superó la pueba! La semana pasada era la hora de la ronda final, apenas tres competidores quedaban en camino. ¡Pero sólo podía hacer hacer uso de la estimulación visual, y falló!”.
En la grabación, el pobre hombre lloraba sobre el hombro de su mujer, visiblemente afectada.
“Parecía que no iba a seguir, todos pensamos por un momento que nuestro héroe se encontraba derrotado, pero luego de recibir el apoyo de sus afectos, de conversar con nuestro equipo de médicos y psicólogos, decidió dar la cara ante la adversidad y hoy viene por la revancha. ¡Un fuerte aplauso, un aplauso que premia el coraje y los sentimientos!”
El aplauso de las tribunas se hizo ensordecedor en el momento en que regresó el protagonista del concurso, y fue acompañado por vítores cuando, nuevamente enfundado en su bata, se acercó con decisión a una cámara ubicada estratégicamente, desató su cinturón y demostró a la multitud que para él, aún el concurso no había terminado.
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