Via Mangas Verdes llegué a un imperdible artículo de Betzie Jaramillo en La Nación de Chile. Para muestra, un párrafo:
La megaestrella Robbie Williams, que ha vendido más de 41 millones de discos en el mundo, se atrevió a decir en una feria de música en Cannes: “La piratería es genial. Y nadie puede hacer nada para pararlo. Ya sé que mi compañía, mi jefe y mis contables me van a odiar por decir esto”. Algo parecido piensa el artista argentino Andrés Calamaro, y añade: “Si los conciertos están llenos, la piratería no me importa”. Y Fito Páez: “Yo, cuando tenía 15 años, compraba un disco y grababa 10″. O Manu Chao, quien junto a la precandidata a la Presidencia de Francia, Ségoléne Royal, y otras 70 personalidades, lanzaron el año pasado un manifiesto en contra de la persecución criminal de los que piratean música en Internet. Pero la poderosa industria del disco puede llegar a ser feroz. Cuando Alaska, la cantante símbolo de la “movida madrileña”, declaró que “como artista y autora soy la menos perjudicada por la piratería, porque soy la que menos gana por disco vendido”, retiraron todos sus CD de las tiendas porque no quiso retractarse. Ella, magnífica, con su desafiante melena roja, les contestó: “Estupendo, ahora mis discos serán aún más codiciados en los top manta” (como se llama a los “éxitos” de cuneta en ese país).
Imposible no leerlo completo