Resulta entonces que un mediático decide dar sus primeros pasos en internet. Supone que su web deberá lucir moderna y sofisticada, tal como la de Cuatro Cabezas -digo, sólo para continuar con el ejemplo anterior-, y corre a buscar un especialista para poder iniciar su invasión al ciberespacio.
Pero no corre a golpear las puertas de los que desarrollaron esa web que marca el norte de su brújula, porque en general se tiende a suponer que los recursos del ciberespacio deben tener un costo cero o cercano a cero. Y no estamos hablando sólo del modesto concejal del post anterior, recuerdo que esta saga comenzó con las tribulaciones de un personaje que carece a todas luces de dificultades de producción y no escasea recursos ni ingenio a la hora de la promoción personal. Desear la MTV pero no estar dispuesto a invertir un centavo hace que la MTV quede irremediablemente lejos, y eso se destaca con toda nitidez en los diseños y animaciones resultantes. Para peor, un diseño pobre pero sin pretensiones desemboca en una página modesta, pero un diseño pobre y ambicioso al mismo tiempo degenera en un bochorno sin atenuantes.
Por ejemplo: el político argentino promedio no se asombrará de los costos que involucra una publicación tradicional, y aunque es plenamente consciente de las dificultades que acarrea garantizar continuidad, periodicidad y distribución, muchas veces invertirá todos los recursos a su alcance para iniciar una aventura editorial que le permita relacionarse con sus votantes. Esta lógica no tiene ningún correlato cuando se trata de la web. Hay quienes suponen que es sólo una cuestión de diseño gráfico -asimilándola a una publicidad en un medio estático- y otros que sospechan que sólo se trata de encontrar “un pibe que sepa de computadoras”, con lo que tanto el diseño como los contenidos quedarán librados a la buena de Dios. En general, pocos personajes están dispuestos a creer que es necesario una idea editorial y un trabajo de diseño y programación al principio, coronados por una mínima comprensión del funcionamiento y dinámica de la web, y de una tarea permanente de administración y mantenimiento después si lo que se busca es construir un canal eficaz de información y comunicación. Cuando tropiezan con un fulano que les menciona estas condiciones mínimas, la tentación más común es la de pensar [a] que los están queriendo estafar o [b] que se intenta esconder alguna ignorancia (“éste no debe saber hacer la película que quiero poner en la portada y por eso me tira mala onda”).
Pero esto no sucede sólo con políticos. La web del amigo Beto ha desaparecido sin dejar huellas así que no es posible usarla de ejemplo, pero era demasiado evidente que la hacía el sobrino de alguien o que era parte de un canje al que el protagonista no le daba demasiada importancia. El episodio mismo del plagio a Casciari habla de una gestión de contenidos carente de toda profesionalidad.
Un conocido, cuyo currículum y actividad lo dotan de cierta trascendencia pública, me dijo en el 2004 algo así como “mi objetivo para este año es tener un sitio web que difunda mi actividad y mis proyectos”. Era su objetivo del año, pero el diseño se lo encargó a una arquitecta amiga sólo porque tenía cierta destreza en el manejo de Corel Draw (y le salía gratis) y el desarrollo a un joven conocido que manejaba el DreamWeaver (y le salía casi gratis). No es la forma de proceder con “el objetivo del año”. El resultado es que el sitio, que aún perdura, es invisible para Google, tanto por decisiones equivocadas de diseño y desarrollo como por por una inexistente gestión del mismo -que redunda en una limitación insoslayable a la hora de tejer la red elemental que hace que alguien aterrice alguna vez en sus páginas.
Lo más interesante y sorprendente es cuando sucede la decepción: hay algo allí afuera, en internet, lejos de nuestro control, que no funciona, parece ser la moraleja común que quienes intentan la aventura en estas condiciones extraen de su experiencia. Porque no es común un golpe de timón, un barajar y dar de nuevo pisando tierra más firme, un insistir luego de aprender. No, lo habitual es que los sitios estilo casella, sean olvidados, languidezcan y sus mentores y protagonistas olviden para siempre su ilusión de colonizar el ciberespacio.
Muy interesante estos post de diseño web. Es notable que no se den cuenta el tiempo que lleva desarrollar un sitio web, y aparte, que se prentenda que sea gratis (me ha pasado…). Y veo cómo en ocasiones predomina el “diseño del sobrino” en situaciones que no deberían ser tomadas tan a la ligera. Porque tampoco se entiende, que como mínimo, un sitio web es la extensión de una tarjeta personal.
Saludos.
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