Supongamos que una calle de su ciudad tiene un nombre que a usted le resulta ofensivo. Con toda seguridad, entre intentar que el Municipio modifique ese nombre o demandar a las empresas que hacen los mapas, usted elegiría lo primero. Sobre todo porque, naturalmente, ningún juez le prestaría atención si usted intentara echarle la culpa a los cartógrafos.
La cosa en realidad es así: usted descubre que un sitio en internet menciona su nombre asociado a alguna circunstancia poco agradable (no importa si es cierta o no dicha circunstancia). Por supuesto, al poco tiempo cuando usted introduzca su nombre en Google o en Yahoo!, entre los resultados, aparecerá esa página molesta. ¿Qué hace usted? No sé que haría usted, pero Jorgelina Citino, una ex modelo, demandó a Google y Yahoo! -las empresas que hacen los mapas-, porque un par de sitios de esos de señoritas pulposas la mencionaban. Y lo loco de este caso, es que un juez les dio la razón: no importa si esos sitios la siguen citando, pero Google y Yahoo! tienen prohibido mencionarla. Es decir, la calle sigue existiendo, pero los cartógrafos deben ignorarla.
La noticia original, en el diario El Día es muy precisa: resulta que la señorita en cuestión figura como “acompañante” en sitios de cierta temperatura. El magistrado, José Luis Tresguerras, en resguardo de la intimidad de la señorita, ordenó, literalmente, “borrarla del mapa”. Lo más interesante es que la chica sigue mencionada en alguno de los sitios originales, es decir, la ofensa real sigue allí: la calle se sigue llamando igual aunque no figure en su guía Filcar… ¡no, no me pida la dirección exacta, que si a Google lo sancionaron por indicarlo, a mí el doctor Tresguerras me envía derecho al calabozo!
La noticia me hizo recordar un episodio similar: en una lista de correos, un señor a quien por suerte no conocí más allá de su dirección de email y las estupideces que escribía, un día se enojó porque sus desatinos estaban todos indexados por Google. Me escribió entonces -y a varias personas más- intimando a que sus dichos desaparecieran de los buscadores, pero resulta que en una lista cuyos archivos son públicos, eso es imposible, a menos que se quiten esos archivos de internet o que los buscadores sean censurados (aunque no está de más recordar que hay archivos históricos de la web que guardan todo lo que alguna vez se subió a una página, con lo que, estrictamente, “la censura no existe…”). No es el caso exacto de esta señorita, claro, que seguramente no figuraba en aquellos sitios por su voluntad, pero en su caso también parece más atinado protestar contra los responsables del contenido que la ofende y no contra quienes sólo dibujan las cartas de navegación de la web.
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