Entre las metáforas predilectas de los militantes por el software libre siempre ha estado aquella de la cocina: imaginemos que las restricciones del copyright se aplicaran a las recetas de cocina tal como se hace con el software. El arte de cocinar una milanesa no se podría enseñar ni reproducir sin pagar al dueño del copyright. Absurdo.
Pues bien, esa metáfora ya no sirve: nos enteramos por nuestra amiga Beatriz Busaniche que un chef alemán, a cargo de la cocina del restaurante La Pérgola, en Roma, ha solicitado copyright para sus recetas, y como nunca falta un roto para un descosido (decía mi abuela), la SIAE (la entidad de gestión de derechos de autor en Italia) ha comenzado a considerar seriamente el tema. Ya me imagino la publicidad en tono catástrofe: “Piratear recetas es un delito”.
Actualización y agregado: aquí hay una simpática historieta premonitoria.
Es el colmo. Pronto a algún iluminado con acceso a abogado de patentes barato va a registrar el método de caminar (dar un paso, luego otro, luego otro…) y pronto a los locos que usamos las piernas para desplazaros nos van a poner un “odómetro” para cobrarnos royalties.
En las investigaciones científicas, si un concepto aparece en 20 “papers” científicos, ya se considera “conocimiento común” y no tienes que poner una cita bibliográfica por mencionarlo.
Si una lasaña la han cocinado 20 personas diferentes, ¿no se podría seguir considerando “conocimiento común”, como toda la vida?
En fin, el mundo está cada día más loco. Y la gente cada vez quiere hacer más dinero trabajando menos. Esa es la verdadera mentalidad detrás del chef alemán de marras.