Estafadores han existido siempre, incluso a veces, a fuerza de ingenio y creatividad, se han ganado un sentimiento cercano a la simpatía por parte de terceros (dudo que lo estafados logren desarrollar ese sentimiento).
Vendedores de buzones, tarotistas, filtros milagrosos para adelgazar, hacer crecer el pelo u otras prolongaciones de la anatomía, recetas infalibles para el amor, máquinas que prometen músculos tersos, billetes de lotería premiados o caballos ganadores.
Vía Mangas Verdes (y a su vez, vía Pixel y Dixel) me entero del último grito en materia de chantas laboriosos y caraduras profesionales: la Escuela de peces. Sí, señor, señora, adiestre a su pececito de colores para que coma de la mano o haga simpáticas piruetas subcuáticas. Por solo u$s 25,95 su pececito tropical tendrá un curso completo (incluído diploma).
No sé si denunciarlos o aplaudirlos.
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