Rutina futbolera


No hay nada más caprichoso que un hincha de fútbol.

Incluso la condición de ser hincha de uno u otro equipo es en sí misma un capricho: de haber nacido un par de cuadras más allá, haber tenido otros compañeros en los primeros años de la escuela o simplemente un padre o tío o quien fuere que haya asumido su rol de evangelizador, de otro equipo, y hoy los colores que se nos antojan los más queridos quizás merecerían nuestro desprecio.

Pero lo cierto, y lo interesante, es que a partir de esa definición construimos todo un edificio de argumentos tan caprichosos como esa elección para justificarnos en nuestra afición y repudiar a los contrarios. El devenir de partidos, torneos y campeonatos terminan haciendo evidente el carácter caprichoso de estos discursos, pero seguimos creyendo en ellos como si fueran palabra sagrada.

Por ejemplo: los hinchas de Independiente exaltan el buen juego, la destreza técnica y la estética menottista. El lema es jugar bien, arriesgar y, si es posible ganar. Ni las sucesivas desventuras del propio Menotti en su club no hicieron mella en esta convicción. Y resulta que ahora están fascinados con Falcioni, técnico amarrete si los hay, cuya táctica a lo largo del torneo Apertura 2005 consistió en defender con nueve jugadores y patear la pelota lejos para ver si la agarraba Agüero. Sin embargo, siguen haciendo gala de su paladar negro.

Los triperos siempre han sostenido que no les importaba conseguir un campeonato si eso era en base a las supuestas malas artes de las que habríamos echado mano los pincharratas cada vez que obtuvimos una Copa (la historia infantil de las alfileres, y todo ese folklore). Pero todos los que caminamos por las calles de La Plata sabemos que el deseo explícito de casi todos los hinchas de Gimnasia era que fuera cierto el rumor que daba cuenta de que alguno de sus dirigentes habría comprado el campeonato. Y a ninguno de ellos los escandalizó el bochorno del apriete grosero a los jugadores de Newell’s en el entretiempo de penúltimo partido. Pero siguen diciendo sin inmutarse que el Lobo no se mancha, que son el último bastión contra el antifútbol.

Los pincharratas también somos así: a todos nos preocupa ante todo tener una defensa aguerrida, un líbero decidido y batallador y un equipo que meta presión en toda la cancha. Pero todos nos acordamos con nostalgia del mediocampo lujoso formado por Sabella, Trobbiani y Ponce.

Hay clásicos que se repiten en todos los fanáticos, más allá del equipo que sigan. Ahora mismo escucho a pincharratas que dicen que “es hora de contratar grandes refuerzos”; son los mismos que luego se quejan de que “se está tapando a los pibes de las inferiores”, y que a su vez son los mismos que antes no tuvieron ninguna paciencia para los jugadores que hacían sus primeros minutos en primera -y que no la va a tener en el futuro. Y que en cuanto surga una “gran contratación” clamarán a los cuatro vientos que se está dilapidando el dinero del club con ese muerto que ya está de vuelta.

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