La fábrica de sabores

Acaba de visitarme un amigo que ha conseguido un nuevo trabajo: es representante de una fábrica de sabores.

Esto no sólo significa que mi amigo vende esencias de vainilla, frutilla o chocolate, que para un ignorante y desactualizado como yo, a eso y poco más se limitan los sabores vendibles.

No, entre otras cosas sorprendentes, vende sabor de dulce de leche… para ponerle al dulce de leche. Y sabor a leche para agregarle a las leches reconstituidas. Y sabor a parmesano para ponerle a una pasta comestible dura y venderla como parmesano rallado. Luego de estas revelaciones, no me sorprendería en absoluto descubrir que mi almuerzo de ayer no fue un churrasco a la plancha sino una masa insípida imitación de bife de costilla, con sabor artificial de churrasco a la plancha.

No sólo eso: su principal mercado no está en el rubro de alimentos para seres humanos, sino en el de alimentos balanceados para animales. Parece ser que los cerdos engordan más rápido si la mezcla de harinas con que se elabora su almuerzo tiene sabor a vaya a saber qué manjar para cerdos. Y así con pollos, gallinas y animales de granja en general.

La pregunta del millón es ¿qué ha pasado con el dulce de leche para que sea necesario agregarle sabor a dulce de leche para que se parezca a sí mismo? ¿A qué sabrá el dulce de leche antes de agregarle sabor a dulce de leche? Amigos, algo extraño está pasando con nuestros alimentos más queridos…

Y uno comienza a echar de menos el dulce de la abuela que se hacía con leche de verdad, azucar genuina, una vaina de vainilla y una bolita que rebotaba por la olla para evitar que el dulce saliera cortado.



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