Si me decían antes de entrar a la cancha que el Tanque Pavone iba a definir como el Cani ante Nigeria en el ’94, encorvando el cuerpo para darle a la pelota con efecto al palo más alejado, fuera del alcance de todo arquero, me iba. O pagaba doble la entrada.
Pocas veces me ha sucedido ir a ver al Pincha, y salir satisfecho con el desempeño de todos los jugadores, luego de largas ráfagas de juego en las que todos sabían lo que estaban haciendo, como una máquina sincronizada y precisa.
Ayer fue así durante gran parte del segundo tiempo. Presión asifxiante, juego rápido y a un toque, habilidad para cortar y salir sin rifarla, Bielsa lo sabía hacer muy bien con jugadores de varios millones cada uno, Merlo lo consiguió ayer con el plantel pincharrata, lo que resulta un mérito superlativo.
Lo único que deseo es que no haya sido sólo un espejismo. Si no lo ha sido, el año del Centenario pincha se viene con todo.