Archivo Febrero, 2005

En su ley

El Carpo murió hoy a la madrugada sobre la ruta, volviendo a casa en su Harley Davison.

Símbolo rockero que pasaba sin escalas de su taller en la Paternal a las luces del Madison Square Garden para acompañar a BB King, o se iba sin un peso a Londres para vivir haciendo changas y ampliar su música. Es curioso el hecho que, como Gardel, nunca abandonó la casa de su vieja, que es lo mismo que decir que vivió una adolescencia permanente.
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Bruselas introvertida

Era mi segunda vez en Bruselas. De la primera, cargaba con la sensación de ciudad gris, frí­a, llena de hombres apurados y distantes, y mujeres calladas bajo sus pañuelos de tonos tan apagados como sus rostros.

Gianni, un caballero italiano, amigo de aquellos tiempos, confirmaba mi sensación de ciudad de puertas cerradas, amable pero frí­a, de colores desteñidos y cielo plomizo. Especulábamos con la posibilidad de que fuera la notoria invasión de colectividades provocada por su condición de centro polí­tico y administrativo de Europa, la causa de este aparente retraimiento de su gente, en una especie de movimiento defensivo ante lo extranjero.
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Las trampas de la memoria

Emilio, desde París acaba de escribirme acerca del relato que aparece unos centímetros más abajo, “Puerto Limonao“. Y me recuerda que no fue en enero de 87 sino en el mismo mes del año 89. Que no estaban Patricio Morgan ni el Ninja Lorefice, sino él y nuestro común amigo el zoncabe Darío. Que con ese dinero adquirí una ginebra Bols y unos chocolates, y que el encendedor, Limonao, lo acompañó tiempo más tarde por la región andina de América del Sur.
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Espejismos centenarios

Si me decían antes de entrar a la cancha que el Tanque Pavone iba a definir como el Cani ante Nigeria en el ‘94, encorvando el cuerpo para darle a la pelota con efecto al palo más alejado, fuera del alcance de todo arquero, me iba. O pagaba doble la entrada.

Pocas veces me ha sucedido ir a ver al Pincha, y salir satisfecho con el desempeño de todos los jugadores, luego de largas ráfagas de juego en las que todos sabían lo que estaban haciendo, como una máquina sincronizada y precisa.
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Náufragos

Dos años más tarde, en enero del ‘89, llegamos con Darito y Emilio al lago Paimún. Era una expedición menos deportista y más juerguista que la anterior, pero no por eso menos interesante.

Cerca de las playas de gruesa arena volcánica del Paimún había varios grupos de mochileros, algunos aislados en ese paraíso desde semanas atrás, varios ya retirándose por la cercanía de febrero y la vuelta al yugo.
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Puerto Limonao

Creo que fue en enero del ‘87. Mariano Lorefice (alias el ninja), Patricio Morgan y yo estábamos promediando nuestras vacaciones en el Parque Nacional Los Alerces. Habíamos acampado a la orilla del Lago Futalaufquen y estábamos disfrutando de una tarde de sol y calor en Puerto Limonao, pomposo nombre para un muelle de troncos que se interna unos metros en el lago.
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Glentejas

Algunos amigos de SoLAr, en medio de dimes y diretes característicos en una organización que está en pleno proceso de consolidación institucional (trance difícil que no muchas organizaciones atraviesan con éxito), me echan en cara la decadencia e inactividad de la famosa comisión de jolgorio y bacanal, grupete que comandamos desde La Plata con el buen amigo Paolo y que sirvió para una saga breve pero divertida de cenas y reuniones.

Me reclaman específicamente la falta de continuidad de un evento que dimos en llamar Glentejas, ágape desordenado coronado por un guiso de lentejas cuya receta, codificada al estilo del lenguaje de programación C, se repartía entre los comensales.
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Problema gordo con los vecinos

El presidente del club Gimnasia ha lanzado una bomba: está tratando de convencer al Diego para que trabaje en la institución que preside.

El gordo anda por estos días en Cartagena, tratando de aliviar alguno de sus pesares físicos y buscando, desde hace muchos años, un nuevo motivo para vivir del otro lado de la línea de cal.
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Extraña calma de sábado a la noche

Calma extraña la de este sábado a la noche.

El niño con su abuela, la niña en una fiesta con sus amigas; la madre, mi esposa, concentrada en el romance de una peli azucarada.
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Bienvenidos

Bienvenido a señales de humo.

Que no es otra cosa que mi blog personal, tan poco preciso como las señales de humo que en algún tiempo y algún lugar fueron una forma eficaz de enviar mensajes a la distancia.
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